Creía que el sábado no iba a llegar nunca después de esta semana espantosa. A la frustración de un trabajo muy estresante, nada reconocido por mis superiores (me llena de orgullo que los clientes sí me den ocasionales palmaditas en la espalda) y terriblemente mal remunerado, se unen ciertos problemas de salud y una báscula menos benevolente de lo habitual en nuestra cita de los miércoles.
Pero después de un viernes interminable aquí está este maravilloso día en el que mis únicas obligaciones son relajarme, descansar y disfrutar. Bueno, y nuestra ineludible parada en el Seattle Grace, que hoy va a estar acompañada por uno de los temas que suenan en el capítulo de hoy. Siempre que pueda escogeré una canción del episodio al que pertenezca el monólogo, ¿os parece?
Mi Universidad tiene una estatua mágica. Existe la tradición de que los estudiantes froten su nariz contra ella para que les dé suerte. Mi primera compañera de habitación creía en el poder de la estatua e insistía en que fuéramos a frotarnos la nariz antes de cada examen. Habría sido mejor que mi compañera estudiara, no pasó de segundo. Todos nuestros tenemos nuestras pequeñas supersticiones. Si no es creer en estatuas mágicas, puede ser no pasar bajo las escaleras o levantarte con el pie derecho. Tocar madera. En martes ni te cases ni te embarques. Lo que no queremos es ofender a los dioses.
Las supersticiones vagan entre lo que controlamos y lo que no. Una moneda en el suelo, cógela y se irá el mal agüero. Nadie quiere desaprovechar la buena suerte pero ¿ayuda decirlo 33 veces? ¿Alguien nos escucha? Y si nadie nos escucha, ¿por qué nos molestamos en hacerlo? Recurrimos a la superstición porque somos lo bastante listos para saber que no tenemos todas las respuestas. La vida está llena de sendas misteriosas. No rechaces los amuletos, vengan de donde vengan.
Anatomía de Grey, temporada 2, capítulo 21.